La industria del cemento, si se considerase un país, ocuparía el tercer puesto en el ranking de emisores de dióxido de carbono en el mundo, emitiendo alrededor de 2.8 mil millones de toneladas. Esta cifra solo es superada por China y Estados Unidos. Este impactante dato, presente en un informe de Lucy Rodgers para la BBC sobre la huella ecológica del concreto, pone de manifiesto la magnitud del problema. Anualmente se producen más de 4 mil millones de toneladas de cemento, lo que representa cerca del 8% de las emisiones globales de CO2. Este material es fundamental en la fabricación de concreto, el producto más fabricado del mundo. Para dimensionar el asunto, cada persona en el mundo contribuye a la producción de media tonelada de concreto al año, lo suficiente para erigir 11,000 edificios del tamaño del Empire State. Ante este panorama, surge la pregunta: ¿es posible reducir este impacto?
La fabricación de cemento implica calentar piedra caliza, arcilla y arena en hornos extremadamente calientes, alcanzando los 1,450°C. Esto produce el clínker, que luego se mezcla con yeso y otros aditivos como la puzolana y caliza. El cemento constituye aproximadamente el 10% de la mezcla del concreto, siendo el resto arena, grava y agua. Las emisiones de CO2 provienen principalmente de dos procesos: la reacción química para producir el clínker y la combustión de combustibles fósiles para generar la energía necesaria para calentar los ingredientes. De hecho, la reacción de calcinación es responsable del 52% de las emisiones durante la fabricación del clínker.
Una manera de mitigar este impacto es sustituir el clínker por otros materiales, como los subproductos de otras industrias: escorias de acero, arenas de fundición, y cenizas volantes, entre otros. Estos materiales no solo modifican las características del concreto, sino que tienen el potencial de reducir significativamente las emisiones de CO2. La ceniza volcánica es otra alternativa, conocida desde hace milenios por los griegos y romanos debido a su durabilidad tras mezclarse con cal y agua de mar.
Empresas como CarbonCure están explorando métodos innovadores para reducir las emisiones, inyectando CO2 en la mezcla de concreto para reaccionar con los iones de calcio y formar Carbonato de Calcio, aumentando la resistencia del material. Solidia ofrece un cemento de bajo contenido de piedra caliza que solidifica mediante la exposición a CO2 en lugar de agua, logrando una reducción del 30% en emisiones de CO2. BioMason, por otro lado, produce concreto sin cemento Portland ni emisiones de CO2, utilizando biocemento que une arena y grava con la ayuda de microbios para formar cristales de caliza sin necesidad de calor.
Investigadores de la Universidad de Lancaster y Cellucomp Ltd en el Reino Unido han descubierto que la adición de nanoplaquetas extraídas de fibras de raíces de plantas mejora significativamente el rendimiento del concreto. Estos avances sugieren que es posible reducir la cantidad de concreto necesario para construcciones, además de incrementar su vida útil.
A medida que la crisis climática exige soluciones urgentes, la industria de la construcción comienza a abrirse a materiales alternativos que prometen mitigar el impacto ambiental del cemento y el concreto. Sin embargo, transformar estos materiales en opciones menos contaminantes representa un reto complejo, que requiere tiempo y recursos significativos en investigación. La pregunta que permanece es si el concreto debe seguir siendo el principal material en la industria de la construcción o si es momento de considerar reemplazos o mezclas con materiales inherentemente más limpios.